miércoles, 9 de octubre de 2024

JOB SHADOWING CRACOVIA. DÍA 3

 El día lo hemos dedicado a la parte cultural de la movilidad. Durante el día de ayer estuvimos hablando con el profesorado del centro sobre la Segunda Guerra Mundial y la visita de hoy al campo de concentración de Auschwitz-Bikernau.

Una visita al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau no es una experiencia fácil de plasmar en palabras, pues evoca emociones que van más allá de lo descriptible. Desde el momento en que uno cruza las puertas con el tristemente célebre letrero "Arbeit macht frei" (El trabajo libera), el peso de la historia empieza a sentirse. Es un silencio espeso, un respeto tácito a las almas que perecieron en ese lugar.

Al caminar por los barracones de Auschwitz I, se ven pruebas tangibles de una barbarie sistematizada: montones de zapatos, maletas con nombres borrados por el tiempo y mechones de pelo que pertenecieron a personas inocentes. 

La transición hacia Birkenau es una inmersión aún más profunda en la escala de esta tragedia. Las interminables vías de tren que llevaban a los prisioneros hacia su destino final en las cámaras de gas se extienden hasta donde alcanza la vista, transmitiendo un desasosiego indescriptible. En Birkenau, los restos de los barracones de madera, los hornos crematorios destruidos y las torres de vigilancia ofrecen un testimonio mudo de los horrores que sucedieron aquí, una sensación de vacío que ninguna imagen o descripción podría capturar completamente.

Lo que más impacta de la visita es la desoladora humanidad que emana de cada rincón. Los rostros de aquellos que pasaron por este infierno nos miran desde las fotos en blanco y negro, y uno no puede evitar preguntarse cómo fue posible tanto odio, tanta indiferencia. Pero también es un lugar donde el coraje, la resistencia y la esperanza de las víctimas cobran un sentido profundo.

Auschwitz-Birkenau es, en esencia, un lugar de memoria, un recordatorio eterno de los extremos a los que puede llegar la crueldad humana, pero también una llamada a la responsabilidad colectiva de que esto nunca más vuelva a ocurrir. Salir de allí te deja una sensación de profundo respeto y dolor, pero también con la necesidad de contar la historia, de no olvidar. Porque el olvido, como bien sabemos, es el primer paso hacia la repetición. 


 

 

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